El pasado 1 de septiembre, Sabreen Abu Khater, de 26 años, llegó a la sala de pediatría del hospital Nasser de Jan Yunis con su hijo de tres meses, Mohammed. Tenía fiebre, congestión en el pecho y dificultad para respirar. Nada más llegar, los médicos le pusieron un nebulizador y medicamentos intravenosos y explicaron que han recibido ya numerosos pacientes con un virus que no pueden identificar y que se propaga rápidamente debido al hacinamiento y las miserables condiciones de vida de la mayoría de la población de la Franja.